Capítulo 18: El retiro de Moisés

>> sábado, 11 de abril de 2009

El Retiro de Moisés

La zona donde Sofía tenía a su cargo el proyecto de excavación de Palenque era conocida con el nombre de “El Retiro de Moisés” a partir de que un mapa publicado por Robertson en 1983 que lo mencionaba. Se trataba de un complejo central grande consistente de una plataforma con cuatro estructuras y una cincuentena de estructuras en sus alrededores. En las épocas de los mayas debió haber tenido una vista primorosa sobre todo el valle debajo de la ciudad y era un ejemplo típico del como la arquitectura palenquense se había adaptado a su entorno.

Lo que había provocado el interés inicial de Inés en la zona, aparte de que era el lugar favorito en el que don Moisés Morales solía llevar a todos los turistas que guiaba a la parte selvática de Palenque y a quienes para sorprenderlos siempre mostraba un pedazo de cráneo relativamente bien conservado que estaba escondido debajo de una piedra, era que el complejo principal contaba con una gran cantidad de cámaras subterráneas y una buena porción de arquitectura expuesta conservada gracias a la calcificación.

La primera temporada, en la que Sofía solo había participado durante las vacaciones de verano de la Universidad, había consistido fundamentalmente en la remoción de escombros y limpiar los pasajes subterráneos y la arquitectura expuesta de la plataforma principal. A hacer estos trabajos de limpieza, habían encontrado el acceso sellado a una sala interior y llegar a ella había sido el esfuerzo inicial de la segunda temporada de excavaciones.

Sofía recordaba vivamente la llamada telefónica en la que Inés le comunicaba que habían encontrado una verdadera biblioteca de piedra en el interior del recinto que constaba de más de un millar de glifos tallados en relieve. Nunca antes se había encontrado un trabajo de tal magnitud en lugar alguno de toda la zona maya. Además el sellado de la sala, realizado por antiguas manos mayas, había contribuido a que toda esa glífica conservara sus colores originales casi intactos.

Sofía ni tarda ni perezosa había tomado el primer autobús que la pudiera transportar a Palenque para ver el hallazgo con sus propios ojos. Había pasado toda una noche en vela de la emoción y cuando por fin había llegado a Palenque y había visto el espectacular descubrimiento con sus propios ojos se había quedado atónita y reflexiva durante mucho tiempo. Inés y Sofía se habían abrazado largo rato guardando ese tipo de silencio que solo se da en los estados emocionales más profundos cuando toda palabra sale sobrando y la comunicación entre los involucrados se da directamente de corazón a corazón.

En aquella primera ocasión, la luz que había alumbrado el espectacular tablero había provenido de dos lámparas de minero que ambas mujeres llevaban en la frente. Varias semanas después se había logrado instalar un alumbrado eléctrico con lámparas especiales de halógeno que impidiera cualquier daño provocado por la luz y se había procedido a fotografiar minuciosamente el tablero para enviar copias a todos los expertos en escritura maya del mundo. La respuesta que se recibió a los pocos meses nuevamente fue una sorpresa: los glifos representados en el tablero constituían una forma totalmente atípica de escritura maya y por lo pronto el tablero representaba más enigmas que respuestas.

Sofía había podido leer cada uno de esos reportes e intuyó que quizá se tratara de la largamente buscada piedra de la roseta maya. Se puso a trabajar de inmediato en la interpretación recurriendo a cuanto libro encontró tanto en su Universidad como en el INAH y pronto se tuvo que dar por vencida. Con toda probabilidad el honor de descifrar el tablero le iba a corresponder a otros.

A pesar de ellos, la chica no dudó en convertir su investigación en tema de su tesis de licenciatura y su humildad y el rigor de su metodología le habían llevado a cosechar los máximos laureles permitiéndole titularse con mención honorífica.

Cuando Lucio la había contratado para continuar la obra de su madre, posiblemente no se había equivocado al decir que ella era la persona que más sabía en el mundo sobre ese descubrimiento. Lo había estudiado con esmero. Pero una cosa muy diferente era saber algo sobre él. Sofía en el fondo temía que la interpretación del tablero estaba a años luz de distancia…

continúa con el siguiente capítulo: La Pintora

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